¡Atención!

Coria NO se hace responsable por daños morales, psicológicos o físicos (golpeadores pagados) que puedan provocar los textos. Cualquier similitud con algún hecho de la vida real, es pura coincidencia.
Ley N° 12786

lunes, 31 de marzo de 2008

Cómo reconocer a quién no estudió para la prueba

Bueno, el otro día sucedió algo cúlmine. Cúlmine en el sentido que me dio el impulso que me faltaba para escribir este artículo...
El texto empieza con... el título. Ja, pensaste que iba a mandar metáfora, ¿no?
Quiero que lean, y que después me digan qué onda. La gente que acostumbra a pasar por este blog es similar a mí, estudia lo necesario, pero el resto lo sabe por saberlo. Algunos “mandan chamuyo”, que no es tanto “chamuyo”, ya que es poner lo que sabés explicado con tus palabras y no las de cualquier maldito payaso que se estudió todo tal cuál estaba en el libro/carpeta/etc. Ejemplo: “En La Guerra de Los Mundos, el personaje principal debe robar una carreta para escapar a un pueblo cercano, ya que los trípodes destruían todo lo que veian con su rayo, proveniente de su especie de ojo. Hoja dos. Cuando logran escapar...”, o más o menos así.

Bueno, y he aquí lo que hace alguien que no estudió durante la prueba:
· Pregunta pelotudeces al docente, como por ejemplo: “¿Hay que firmar la prueba?”. Onda, primero hacéla, boludo.
· Se ríe fuerte si el profesor dice algún chiste, para “caerle bien”. Si te tenés que sacar un 1, y soy tu profesor, vaya que te lo pongo.
· Se levanta para preguntarle algo al profesor cada tres minutos, pero vuelve más perdido que antes.
· Pretende giladas, obviamente, sin fundamentos, ni pruebas. “¡Pero vos no dijiste que tomabas esto!”. O sea, se nota que ni te sentaste a estudiar, porque para entender lo que “sí tomo”, tenías que saber lo anterior. Boludo.
· Se queja del compañero de al lado en voz alta, realmente, no sé por qué. De garca, nomás... porque al profesor ni mierda lo vas a convencer de que “por culpa” de tu compañero, vos sos un queso.
· Reclama que no le tocó el tema del otro, de caprichoso. Además, ¿qué mierda mirás la hoja de tu compañero? Si vas a hacer algo, preguntale información. Porque no te sirve copiarte, ya que, estratégicamente, dividen la prueba en temas.
· Termina rápido la prueba, porque claro... se cree que entiende TODO.
· Termina último la prueba, de gil... en pocos casos se saca buena nota el último que termina la prueba. O sea, no vas a aprender durante la prueba, y vas a saber todo cuando termine, ni lo intentes. (Uno que firma acá, es un grosso... termina último y se saca buenas notas, jijí)
· Pregunta a los 10 minutos de empezada la hora si va a haber recuperatorio, lo que lo RE condena.
· Pregunta si le puede pedir una hoja al compañero, lo cuál es entendible, y burócrata al mismo tiempo. O sea, ¿tengo a mi compañero a menos de 30 centímetros, y le tengo que pedir permiso a un tercero, que puede estar a 5 metros?
· Pregunta si “ésto era así”, lo cuál, obviamente, no te voy a contestar. Deberías saberlo... pero claro, le estabas dando a la manopla en tu casa, en vez de estudiar.
· Deja caer los lápices al piso, totalmente al pedo. Es un círculo vicioso. Después te quejás de que sacás punta y se hacen mierda.
· Simula estar escribiendo cosas re coherentes, y pega gritos, como, por ejemplo, “¡¡¡Noooo!!!”, cuando algo, supuestamente, le “dio mal”. Andá...
· Pide la opinión del profesor en cosas que hace mal, como por ejemplo: “Lo hago, y no me dá...”. Y claro que no te dá, si lo hiciste como el orto...
· Se pone a llorar, porque sabe que se la lleva a marzo.
· Se pone a llorar, porque sabe que su papá le va a dar con el cinturón en la espalda.


Bueno, mis mejores amigos... ahora le toca a ustedes decirme si no pasa esto que les relaté...

Saludos, y que tengan un buen día.

Siempre presente,

Coria.

jueves, 13 de marzo de 2008

Un chico tonto con Doctorado en Ironía.

Bueno, este texto fue posteado en “Llámame Coria”, pero lo pongo acá porque me la re banco, y porque lo escribí yo, o sea, Coria.

-El otro día me dolía la panza. – Pero, ¿qué pasaba? Bueno, les comento. Ésa mañana había hablado mucho yo. Claro, entre tanto “manga de hijos de puta”, “los voy a recagar a tiros”, “jodete por retrasado”, y demás que no vienen al caso, me habré comido alguna que otra “s” y/o “r”, por nombrar algunas. Fui al médico y me dijo que tenía una indigestión por comerme tantas letras. Pero ya estoy bien, gracia’. ¡Uhhh, no! ¡Otra vez!
-Me accidenté con el auto. – ¿Qué pasó esta vez? Yo tenía que ir a Coronel Rodríguez al 5000. Perfecto. Al llegar al barrio correspondiente –que ahora no recuerdo su nombre- empecé a preguntarle a la gente si la conocían. Y al segundo señor al cuál le pregunté me dijo lo siguiente: “¿Rodríguez? Sí, mirá. Agarrás por Roque, que corre así (y empezó a hacer gestos con la mano, como invocando a un espíritu maligno) y seguís derecho hasta chocarte con el monumento del General Lavalle. De ahí, serán unas cuatro cuadras a la derecha hasta el 5000. Fijate que por ahí debe andar.”. Claro, no me tenía que chocar literalmente con el monumento. ¡Pero vení a decírmelo ahora, que tengo una deuda con el gobierno y respiro por un tubo, que, de paso, me da de comer por la nariz! Sí, me lastimé mucho.
-No pude encontrar lo que quería decir. – En la clase de Historia preguntaron si nos acordábamos del nombre, en ruso, de Stalin. Y yo no me lo acordaba bien, y la respuesta la tenía “en la punta de la lengua”. Luego de probar con otros nueve nombres, y de recibir un regaño por decir boludeces, cuando estaba dispuesto a decir lo que tenía “en la punta de la lengua”, no lo encontraba. Pero, ¿cómo? Si lo había estado masticando. Y aquí llega a parte asquerosa –si sos impresionable (no “impresionante”), corré y escondete- del asunto. Pido permiso para ir al baño, y, al ser concedido, bajo. Al llegar al mismo y entrar, miré si había alguien adentro. Y como no había nadie, me lanzé a la aventura: vomité, cuál bulímico en Día de Acción de Gracias, a ver si encontraba lo que me había tragado. Pero no, revolví entre todo el “líquisólido” amarillento para ver si estaba el nombre. Pero no. Es el día de hoy que no sé porque no estaba. Había 2 “s” nomás. (AVISO: No digas que no te avisé que era desagradable.)
-Encontrando direcciones. – Hace dos semanas me peleé con un amigo. Y hasta el día de hoy no nos hablamos, lamentablemente. Cuando le dije si sabía a dónde quedaba el club de Tennis –yo tirándole una semidirecta para invitarlo- me dijo “Andate a la mierda...”. A mí se me dibujó una sonrisita de aceptación en el rostro. Bueno, como tenía -y tengo- el número del club, reservé cancha a las cinco de la tarde, hasta las siete, confiando en que él iba a estar presente. Cuando vino el remis que pedí pensé: “Si queda en la mierda, y es un buen club, entonces sólo hay un lugar donde hay mierda en demasía...”. El hombre me pregunta y yo le digo: “Esteee, sí, vamos a los pabellones de proceso de fertilizantes de la Sociedad Rural, por favor.”. Nunca más confío en un amigo enojado.
-¿Cómo perros y gatos? – Nunca voy a entender esa expresión. Yo tengo un perro y un gato. A mí me dijeron que con mi hermano me llevaba como perros y gatos. Primero que nada, me ofendieron; a mí y a mi hermano. Ni mi hermano ni yo somos perros y/o gatos. Además, esa expresión no es válida. Ni siquiera tiene algo de coherencia. Claro, así como dos animales se pueden llevar como ellos mismos, se podría decir que las personas se llevan como humano y humano. ¿O no? Encima, no sé con que lo comparan: yo tengo un perro que le faltan las patas –todas menos una- y un gato que vive con diez tubos alrededor de su cabecita. ¡No sé como quieren que se lleven! Los pobres ni establecen una relación: viven de pedo. ¿Alguien me explica la expresión, amigos?
-Me pegoteé los dedos con alcohol. – Lo hice para probar que lo que me decían era mentira: el alcohol al volante no mata. Te pegotea los dedos, pero no mata. Lo que sí, estábamos con tres amigos en el auto –yo manejando, por supuesto, porque no confío en la idiotez de mis amigos... ¿Eh? ¿Por qué me mirás así, como diciendo: “El más boludo de acá sos vos.”?- y agarramos una curva, y, cuando quise doblar, estaba trabado al volante, y no pude maniobrar tranquilo. Chocamos “de coté” contra un poste de luz central, o sea, el más pesado. Mi amigo que iba del lado izquierdo de atrás perdió el conocimiento. Cuando lo recuperó supo que nunca más en su vida se iba a mover, su cuello se había quebrado. Pero funcionó mi experiencia: el alcohol al volante no mata, te deja lisiado, pero no te mata. A mí me trajo consecuencias cerebrales da- dadada – ddaaa- add aada- aaadddd- daaa- da-dddaa- daadaaa daaaaaaaaaaaaaaaaa!!!
-Nunca pude ganar al truco... – “No aparentés tener buenas cartas.”, me dijeron. Pero se deben haber dado cuenta que no soy un buen jugador los demás. Digo, no sé. En todas las manos acostumbro a preguntarle a mis rivales –porque no confío en mi compañero, porque me jode y me pega- si son buenas las cartas que tengo. Y bueno, yo quiero saber. Siempre me podés escuchar diciendo: “¿Son buenas dos cuatro y un “uno” de copas (sí, recién me dijeron que se dice “ancho”)? Y, según dicen quienes juegan –mejor dicho “pierden”- conmigo, éso decide la partida. También me dijeron que mienta, que éso me iba a ayudar. Pero yo digo que me perjudicó. Siempre que dicen “envido”, yo digo “recontra falta envido”. Si aceptan, todo mal. Me empiezan a transpirar las manos, y cuando me toca hacer saber mi sumatoria, digo: “Esteeee... ¡treinta y tres!”. Cuando me dicen de mostrarlas, me desmayo. Las primeras catorce veces que jugué me olvidé que había que mostrar las cartas. Siempre nos quitaban varios puntos por mentir. Y me quitaban felicidad mis compañeros: no soy felíz recibiendo golpes.
-El señor “Coco”. – A la mayoría de ustedes los amenazan con que existe el “Coco”. Yo digo que esa amenaza puede causarles traumas cerebrales a los chicos. Sobretodo si no –sí, dije “no”- imaginan quién es el “Coco”. Si no lo hacen, seguro están pensando en Basile, que es más asqueroso y rugado que el mismísimo monstruo fantástico. Pero bueno, tiene que ver con la psicología, materia que no domino por el momento. Cuando me decían éso, y ahora, sé que voy a estar siempre protegido. No por Dios, no por mi ángel de la guarda –que, por cierto, me debe meses de servicio (y yo de plata, jeje)-, no. Sino, cuando recibo advertencias de que el “Coco” anda cerca, me recuesto sobre cualquier superficie y disfruto de mi soberbia: siempre voy a estar protegido por el Ratón Pérez, los Reyes Magos, Santa Claus, San Nicolás y Papa N”u”el. Ah, ¿los úlltimos tres son el mismo? Bueno, no importa. El señor de la bolsa conmigo es bueno, así que también me va a defender de malos espíritus. Una vez me secuestró y me devolvió a la semana porque rompía mucho las bolas con Dragon Ball Z (sí, le conté toda la historia y me devolvió. Es más, mi mamá dice que no, pero creo que pagó para que me llevara.). Además, si me llegara a atacar a mí, también la va a atacar a mi mamá. Todavía me baña y duermo con ella.
-Tuve que trabajar por dos. – Mi primera experiencia con “sacar la basura” no es buena. Había terminado Navidad, que se había celebrado familiarmente en mi casa y habíamos generado mucha basura, entre papel de regalo, papel de turrón navideño, papel de garrapiñadas, y papel higiénico (Ja). Bueno, para demostrar interés en mi familia, decidí ayudar en la limpieza, la organización de las mesas, es decir, ponerlas en su lugar habitual, etc. A la media hora de juntar todos los restos y desechos de la Nochebuena anterior, decidí organizarla en bolsas. Pero el regaño que iría a recibir me lo gané de la siguiente manera: mi mamá me dijo “sacá la basura”. Y yo nunca había escuchado de éso. Sabía, sí, de que los basureros se llevaban la basura de las veredas, porque ése es su trabajo, como el mío escribir textos. Bueno, luego de un minuto de meditación sobre la frase pronunciada por mi madre, le pregunté: “¿Sacar la basura? ¿Dónde?”, para ella responder: “Afuera, hijo. ¿A dónde la vas a sacar?(retóricamente)”. Y se vé que lo interpreté mal, porque, al estar rompiendo las bolsas y desparramando la basura por donde quedara baldoza en la vereda, eschuché el grito de mi vieja, que me decía, además de insultarme: “¡No! ¡No te dije que rompieras la bolsa!”. Había entendido “sacar” la basura de “adentro” de la bolsa...
-¿Minas “hot”?, pero... si tengo fiebre. – ¿Así que se puede tener fiebre sin sufrir? Nunca entiendo cuando dicen “fotos hot” en las revistas. ¡Yo las toco y son igual de frías las hojas como en cualquier revista! Además, supongamos que estuvieran “calientes” en el momento de hacerlas. ¿No saben que las fotos no salen con la temperatura de la modelo en cuestión? En serio, todavía no desarrollamos la tecnología. Y algo peor, ¿me vienen a chamuyar a mí, justo, de que las minas están hot? Guacho, tengo Hepatitis B y ando con 41º de fiebre. Sacame una foto a mí y se te prende fuego el pelo. Aunque mi foto no iría a parar a las revistas de boludeces y chimentos, no. Podrían ver mi foto en algún afiche de hospital, con el encabezado “VACÚNESE CONTRA LA HEPATITIS ‘A’, ‘B’ Y ‘C’. NO SEA BOLUDO COMO EL PENDEJO ESTE.”.
-Nunca estuve tan cansado. – Organizando un poco con un amigo qué hacer el fin de semana (“finde” para él), decidimos dar vueltas. Y yo, al preguntarle dónde nos encontrábamos, recibí la respuesta de que nos encontrábamos en “la vuelta del perro”. Yo dije “Perfectooooo.”. Más o menos a las tres de la tarde, que era la hora a la cuál habíamos planeado juntarnos, salí de mi casa. Cuando encontré el primer perro callejero, lo ví durmiendo. Al despertarlo, me gruñó, el hijo de puta. Entonces lo dejé ahí. Ví otro, un tanto más felíz, dando vueltas y decidí seguirlo: claro, “la vuelta del perro.”. Lo empecé a seguir y noté algo en su cola: no paraba de moverse. Bueno, te decía que lo seguí hasta que se hicieron las diez y media de la noche. Y fue en ese momento cuando me dí cuenta de que mi amigo no había acordado seguir un perro en particular, puesto que nos íbamos a encontrar con algo de dificultad. Conclusión #1: Me cansé mucho, en mi vida había caminado tanto, y, mucho menos, sin parar. Todavía me estoy tirando agua fría en las rodillas. Conclusión #2: Les conviene acordar seguir un perro, porque si no les va a pasar lo que a mí. Conclusión #3: el perro estaba más alzado que pibe de 3 meses llorando.